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Pocos temas provocan una reacción tan fuerte como el de los estilos de música en la adoración. Esto se hizo evidente hace unas semanas cuando mi defensa a la adoración contemporánea recibió reacciones bastante fuertes (y variadas). Por un lado, muchos escribieron agradecidos por haber puesto por escrito lo que tenían en su mente y haberles ayudado a entender ventajas que no habían contemplado. Otros tantos categorizaron a Coalición y al autor como mundanos e irresponsables. Gracias a Dios, hubo un tercer grupo que retroalimentó el escrito, presentando inquietudes y diferencias de una manera que contribuye a la conversación. Y es que, a mi parecer, en nuestros países este es más un tema emocional que exegético, lo que dificulta bastante la conversación y el acuerdo. En todo caso, sin importar de qué lado del espectro te encuentres, no hay duda de que como iglesia tenemos mucho que aprender de cómo adorar al Señor en espíritu y en verdad, para Su gloria y nuestro bien.

Continuando la reflexión sobre este tema, y luego de haber presentado las ventajas de la adoración contemporánea, vale la pena meditar en las dificultades y peligros que atrae este estilo de música. Sin embargo, antes de pasar a estas desventajas, vale la pena clarificar términos, específicamente, lo que queremos decir por adoración contemporánea.

Definiendo adoración 

Harold Best da una definición clásica de adoración: “Reconocer que algo o alguien es mayor –más digno– y por consecuencia, debe ser obedecido, temido, y adorado… La adoración es la señal de entregarme por completo a alguien o algo”. Adoración no es algo de un momento o de un día. Tampoco es algo que le corresponde solo a algunos y otros no (”¡Es que mi amigo José SÍ que es un adorador!”). Todos somos adoradores. Y si somos cristianos, a mayor o menor grado, todos somos adoradores de Dios a través del sacrificio de Jesús y la renovación del Espíritu Santo. Toda la vida es adoración.

Esta realidad no quita que haya tiempos especiales de adoración. Así como amo a mi esposa todo el tiempo, pero sacamos espacios donde nos mostramos ese amor de manera intencional y específica, así también hay tiempos donde somos más intencionales en nuestra adoración a Dios. Debe ser parte de nuestro tiempo devocional diario. Pero es especial cuando el pueblo reunido de Dios, la Iglesia comprada por sangre, se reúne a cantar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (cp. 1 P. 2:9). A esto nos referimos con “tiempos de adoración”, a ese momento (particularmente los domingos) donde nos reunimos como iglesia a adorar a Dios.

A lo que nos referimos con adoración contemporánea es a utilizar música e instrumentos contemporáneos en este tiempo de adoración corporativa. Muchos dirían que es “tocar con batería”. Contrastamos esto con la adoración tradicional, que usualmente recurre a himnos escritos hace cientos de años y a una instrumentalización más conservadora; en mi experiencia,  iglesias más pequeñas utilizan pistas (usualmente con el hermosísimo himnario “Himnos de Gloria y Triunfo), y en iglesias más grandes, un piano u órgano y algún otro instrumento más. Mientras aquellos que favorecen la adoración contemporánea tienen a usar canciones más recientes (o himnos con nuevos arreglos), los que favorecen la adoración tradicional prefieren (o usan exclusivamente) himnos antiguos, con arreglos de otras generaciones.

Luego de haber definido brevemente, pasemos a ver 3 dificultades del uso de música contemporánea en la adoración, y posibles formas de sobrepasarlas.

1. Mayor dificultad en encontrar canciones bíblicas y Cristocéntricas 

Yo amo los himnos. Tienen una forma particular de decir grandes verdades de la Escritura y apuntar a Cristo. Y los traductores al español también hicieron un hermoso trabajo. Un ejemplo:

“De paz inundada mi senda ya esté,

O cúbrala un mar de aflicción,

Mi suerte cualquiera que sea diré

Estoy bien, tengo paz, gloria a Dios

Feliz yo me siento al saber que Jesús

Libróme de yugo opresor;

Quitó mi pecado, clavólo en la cruz:

Gloria demos al buen Salvador.”

Si comparamos eso con tantas de las canciones contemporáneas, nos quedamos muy cortos. Muchas canciones contemporáneas pudieran ser cantadas perfectamente por judíos o musulmanes. Un ejemplo:

“Dios, grande es tu gloria

Tú, tú tienes la victoria,

Gracias, por todo lo que me das,

Eres mi consuelo, eres mi paz.

Te amo, Dios

Y tú me amas a mí

Hermoso es, nuestro amor”.

Esta no es una canción real. Pero casi pareciera, ¿cierto? Ahora, aquí está lo que muchos no entienden: hay muchos himnos muy, muy buenos. Y esos son los que cantamos usualmente. Pero ¡hay muchísimos himnos malos también! Que no sobrevivieron más que unos años y que hoy nadie los canta. (Eso es sin mencionar que los himnos que hoy son tradicionales en su momento fueron contemporáneos).

Entonces, ¿cómo sobrepasamos esto? Creo que hay dos buenas soluciones: 1) Hagamos un mayor esfuerzo en encontrar canciones saturadas de la Escritura y que apunten a la cruz. 2) Vamos a escribir. Hace unos años el mundo anglo tenía el mismo problema, pero ya no es el caso. ¿Por qué no tratar de, como iglesia hispanoparlante, escribir más y más canciones informadas por nuestras culturas pero fundamentadas en la Palabra eterna? Lo que sí no es una opción hacer canciones malas porque “esas son las que a la gente le gusta”. Nuestra audiencia principal es Dios, no la gente. Además, ¿por qué no tocar más de esas docenas de himnos hermosos con arreglos contemporáneos? Que sea difícil no nos excusa. En todo caso, lo que debemos cantar es la Palabra de Cristo (Col. 3:16).

2. Mayor dificultad de que “suene” bien

Recuerdo cuando estuve guiando una congregación al cambio de la adoración tradicional a la contemporánea. Los primeros meses…¡qué mal sonábamos! No teníamos un buen sonidista, y aunque lo tuviéramos, ninguno de los músicos éramos muy buenos, y aunque lo hubiéramos sido, no ensayábamos lo suficiente, y aunque hubiéramos ensayado más, ¡el sonido era terrible!

Por lo general, la adoración contemporánea requiere de más recursos que la tradicional. Requiere de mayor inversión económica, de mayor tiempo de ensayo, y de más y mejores músicos. Esta es una realidad que no debemos negar. Ahora, ¿acaso no lo vale? Un mejor sonido ayuda a toda actividad de la iglesia. Más tiempo de ensayo implica más tiempo donde el pueblo de Dios está pensando en las cosas de Dios. Mejores músicos, que busquen agradarlo a Él y no a sí mismos o impresionar a otros, son una ofrenda agradable al Señor.

No hay por qué hacerlo todo de una vez. Puede empezarse, por ejemplo, con dos canciones con instrumentos y luego un par más con pistas. Mejor seguir con las pistas que tener a personas que no tengan el carácter o el talento en posiciones de liderazgo. Ahora bien, si este es un camino agradable a Dios y de bien a la iglesia, vale la pena el esfuerzo (cp. 2 Sam. 24:24; 1 Co. 10:31; 1 Co. 14:40).

3. Mayor tendencia a emociones sin dirección

Creo que esta es la primera queja en contra de la adoración contemporánea: el emocionalismo. La música puede tener un fuerte efecto sobre las emociones: el tener buena música junto con un “buen” ambiente puede llevar a lo que algunos han llamado la manufactura de la presencia de Dios.

Querer cuidarnos del emocionalismo no significa que debamos huir de las emociones. Pero lo que debe realmente afectarnos es la Palabra de Dios a través del Espíritu Santo, no la buena música. Pensar en lo increíble de la cruz, el amor de Dios por nosotros, la soberanía del Dios tres veces santo, la belleza de Su majestad…¡todas esas cosas deben mover nuestras emociones! La labor de los pastores y del líder de la adoración es informar la mente de la congregación con la verdad de las Escrituras, y usar la música como medio para que esas verdades afecten las emociones.

Un ejemplo de esto lo encontramos en la hermosa canción “El Dios que adoramos”. La música empieza con fuerza, llamando la atención a lo que viene. El primer verso lleva entonces solo una línea de ritmo y poco acompañamiento, guiándonos a cantar sobre la soberanía del Dios Creador. El redoblante marca entonces el pre-coro, subiendo el volumen de los instrumentos mientras apunta hacia arriba (¡Nadie es como Él!). Y entonces, en el tope de la música, preparando para el coro… voces:

“Tú eres el Dios que adoramos

Todopoderoso y soberano

Grande en misericordia y poder para salvar

Tú eres el Dios que adoramos

Quien derrotó la muerte y el pecado

Glorioso Redentor y Rey, Te adoramos”

El cántico sigue con el segundo verso, introduciendo a la persona de Jesús en la narrativa. La melodía ya es conocida y, aunque sigue bien cargado musicalmente, las voces predominan y son fáciles de seguir. La música ahora nos ayuda a recordar y aun disfrutar lo que estamos cantando (por ejemplo, los riffs del segundo verso ayudan a que “Jesús… exaltado sobre todo” se quede bien en la memoria). La fuerza musical del puente también va de la mano con lo que se canta.

Esta es solo una muestra de cómo usar los instrumentos para transmitir verdades que afecten los emociones. Pero el enfoque debe ser en las verdades, como bien deja claro Colosenses 3:16: “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones”. Estas mismas palabras transmiten emoción, pero el enfoque está en las palabra de Cristo, la cual debe abundar en nuestro corazón.

Conclusión

Estas no son todas las dificultades de la adoración contemporánea. Pudiéramos hablar de los peligros del orgullo en aquellos que dirigen (más siendo que muchas veces son jóvenes), o de la tentación de hacer del tiempo de adoración un espectáculo. Probablemente hay otras cosas más que se me están escapando. Pero estas sí son tres dificultades que todo pastor y todo líder de adoración debe procurar sobrepasar, con un mismo propósito: que la Palabra de Cristo more en abundancia. Y eso es lo fundamental, lo no negociable. Como bien lo dijo Bob Kauflin: “El hecho de que el libro de los Salmos no incluye un soundtrack o notaciones musicales nos deja ver qué es lo que Dios más valora en nuestras canciones de adoración”.

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