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“Y mamá, para cuando cumpla mis 18 años …”.

Y ni pude entender lo otro que ella dijo… Anna habló con suficiente claridad, pero me quedé petrificada por la inminente realidad de esas últimas cinco palabras.

“¿Mamá? ¡Mamá!”.

Levanté la mirada hacia mi hija. “Lo siento. . . . “¿Qué? ¿Qué me decías?”

Ella sacudió su cabeza con ojos encogidos. “No me estabas escuchando, ¿verdad?”.

Anna, como muchas otras, es una autoproclamada “hija de papi”. Durante toda su vida, iba donde él para todo. “Yo soy igual que mi papá”, siempre responde. “Además, de todas formas Nathan es tu favorito”.

¡Eso sí que duele! Yo nunca hubiese querido que se me acusara de favoritismo. Con la reciente muerte de mi esposo, he tratado de estar más cerca de mis hijos que nunca. ¿Cómo podría mejorar la relación con mi hija, quien es ya toda una adulta, y conducirla a Cristo?

Recientemente, le pedí a Anna, ahora con 22 años y estudiante de último año en una universidad cristiana, que me dijera nueve cosas que una madre necesitaría saber acerca de su hija adulta. Sin hacerse esperar, ella y sus amigas se agruparon alrededor de la mesa del comedor. Mucho de lo que me dijeron me lucía como una aplicación de Efesios 6.

1. Las hijas absorbemos más de lo que se imaginan.

Ustedes fueron nuestras primeras maestras. Observamos cómo tratan a sus amigas y a los extraños, pero más importante aún, a nuestros papás. Aprendemos de ustedes cómo luce una esposa piadosa y cómo los hombres deben tratar a las mujeres. Sí, nosotras aprendemos de ustedes, no solo de nuestros papás, cómo los hombres deben tratar a las mujeres. Las madres que toleran relaciones destructivas a menudo acarrean que sus hijas entren en relaciones abusivas.

2. Escúchennos.

Guarden sus celulares, sus listas de quehaceres, y sus llaves. Siéntense y mírennos a los ojos cuando estemos hablando. Por supuesto, con frecuencia nos vamos a quejar, pero eso no significa necesariamente que lo tengan que arreglar todo. Por lo regular, nosotras necesitamos amor, no consejos. Escuchar es amar. ¿Acaso no le han explicado lo mismo a su esposo? Bueno, pues es igual con nosotras.

Ah, y sí, a veces nosotras tampoco sabemos escuchar, así que ¿qué tal si ambas tratamos de ser mejores oyentes y acordamos ayudarnos mutuamente en eso? ¿Está bien?

3. Nosotras también tenemos cosas que compartir.

Mientras ustedes estén ocupadas compartiendo su sabiduría, recuerden que nosotras también tenemos mucho que enseñarles. ¿Ves ese vestido por el cual pagaste muchísimo dinero? Luce idéntico a uno que tienes en tu armario, y que por cierto, está fuera de moda. Es probable que sepas mucho acerca de vestir modestamente, pero nosotras sabemos acerca de la moda de hoy. Si unimos nuestros conocimientos, es posible que ambas terminemos luciendo mejor. Hablando en serio, al pedirnos nuestra opinión acerca de algo, aun cuando aparente ser de poca importancia, ustedes nos demuestran que valoran lo que pensamos y que nos creen inteligentes. A medida que nos sirven los zapatos de adultos, el pedir nuestra opinión ayuda a que les podamos llamar amigas, así como madres.

4. Confíen en nosotras.

Nos frustra en gran manera cuando nos rondan, nos critican, y se preocupan por la más mínima cosa. Si cada vez que esto sucede se hiciera un ladrillo, pudiéramos construir la Gran Muralla China. Para nosotras, eso no es amor. Lo vemos como una mamá que no confía en que podemos hacer las cosas bien, ni confían en que Dios nos puede guiar a hacerlo. Ya se trate de algo simple, como la limpieza de la cocina; o importante, como elegir una carrera, recuerden que ya nos han criado. Vamos a hacer lo correcto, por lo menos algunas veces; no se vuelvan unas maniáticas controladoras. Confíen en el Dios que siempre está en control. Él nos tiene en sus manos. Ustedes lo dicen, así que debe ser verdad.

5. Modelen el perdón.

Nosotras necesitamos aprender a perdonar al verlas pedir perdón. Ustedes nos han enseñado que todos somos pecadores, y que Jesús siempre está presto a perdonar. Si toman la delantera, nosotras las seguiremos. No tengan miedo de mostrarnos a la madre por la que Jesús murió para salvar. Sean valientes, y nunca teman en admitir que se han equivocado. Dicen que esa habilidad nos puede venir bien cuando nos casemos —si es que nos casamos— pero ya nos desviamos del tema. Eso lo cubriremos en el punto 7.

6. Necesitamos de su afirmación.

No importa la edad que tengamos, vivimos hambrientas de palabras de aliento. Ustedes no nos expresan con frecuencia que les hemos salido bastante buenas. Les parecerá que no le damos importancia a sus halagos cuando lo hacen, pero la verdad es que recordaremos sus palabras cuando los temores invadan nuestras almas. Y nos invaden, constantemente.

7. Dejen a los chicos tranquilos.

Si estamos solteras, no se preocupen, nosotras no lo hemos olvidado. Sabemos que ustedes desean vernos casadas, y la mayoría de nosotras también queremos casarnos. Pero presionar a que salgamos con chicos no nos garantiza un matrimonio piadoso, ¿ok? De hecho, su insistencia, aún bien intencionada, mas bien podría ser dañina para una relación con un buen prospecto. Ah, y los comentarios y chistes de mal gusto duelen, mucho. Ya tenemos suficiente presión del mundo. Por favor, no le añadan más a ello.

8. Pregunten acerca de nuestro caminar espiritual.

Por favor, pregunten cómo va nuestra lectura de la Biblia, y coméntennos acerca de lo que ustedes están leyendo. Nos interesan sus experiencias y opiniones. El rendir cuentas funciona mejor cuando nos sentimos seguras. Ustedes fueron las primeras personas que nos ampararon y nos protegieron. Si hablan con nosotras sobre nuestro caminar espiritual ahora, serán las primeras a quienes acudiremos con nuestras preguntas y dudas. Y las tendremos, igual que las tuvieron ustedes. Sobre todo los domingos.

9. Con frecuencia olvidamos agradecerles.

Nosotras sabemos que las madres son seres humanos maravillosos, y fallamos en no darles las gracias como se merecen.  Así que… gracias por las largas noches de espera, por ser la taxista, la cocinera, la sirvienta, y nuestros paños de lágrimas. Un día, cuando nos convirtamos en madres, vamos a darles las gracias una y otra vez, al igual que se las darán sus nietos.

Un comentario final

En su comentario de la carta de Efesios, John Stott señala que el énfasis de la instrucción de Pablo no recae en que los padres ejercen la autoridad sobre los hijos, sino mas bien en la restricción de esa autoridad. Él escribe, “Los hijos deben obedecer a sus padres… pero tengan en cuenta que ellos tienen una vida y una personalidad propia”. Me pregunto si estas jóvenes y Stott no estarán de acuerdo.

Madres, ahí lo tienen, de la generación más joven a la nuestra, más experimentada. Ójala las podamos escuchar y tomar sus palabras en serio.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Andreina Lopez.
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