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Cuando nos quejamos, es con frecuencia algo malo. Pero reclamar no es necesariamente malo. Hay una manera fiel (con fe) de quejarse y una manera infiel (sin fe) de quejarse.

‪La Biblia a menudo se refiere a quejas sin fe como murmuraciones y nos advierte en contra de eso (Números 14: 26-30; Juan 6:43; Filipenses 2:14; Santiago 5:9). Cuando gruñimos en quejas directas o indirectas, declaramos que Dios no es lo suficientemente bueno, fiel, amoroso, sabio, poderoso, o competente. De lo contrario, él nos trataría mejor o manejaría el universo de una manera más efectiva. Quejarse sin fe es pecaminoso porque acusa a Dios de hacer el mal.

‪Pero quejarse fielmente no impugna a Dios con despropósito. Más bien, es una honesta expresión de queja de lo que se siente al experimentar la dificultad, la angustia, y el dolor de vivir en este mundo caído (Romanos 8:20-23). A Dios no le molestan este tipo de protestas. De hecho, nos  anima a que lo hagamos: y nos enseña cómo hacerlo en la Biblia.

‪“Con mi voz clamo al Señor; con mi voz abogo por la misericordia del Señor. Derramo mi queja ante El; digo mi problema ante El”, Salmo 142:1-2.

‪¿Cuál es la manera en la que Dios quiere que nos quejemos?

‪La mayoría de estas quejas bíblicas y justas están contenidas en lo que llamamos los salmos de lamentación. El Libro de los Salmos contiene las oraciones e himnos que Dios escogió para enseñarnos cómo expresarnos en adoración. Alrededor de un tercio de estos salmos son lamentos. Y son dones preciosos de Dios.

‪En estos lamentos, los escritores derraman a Dios su dolor (Salmo 137), ira (Salmo 140), miedo (Salmo 69), nostalgia (Salmo 85), confusión (Salmo 102), desolación (Salmo 22), arrepentimiento (Salmo 51), decepción (Salmo 74), y depresión (Salmo 88), ya sea por la maldad externa, o interna, o por la oscuridad.

‪Estos salmos son expresiones de compasión profunda e insondable de Dios por nosotros (Santiago 5:11). Él sabe que con frecuencia experimentaremos dolor desconcertante, y por lo tanto con frecuencia necesitamos expresarle nuestro dolor a Él.

‪Dios quiere que derramemos nuestras quejas a Él y le contemos nuestros problemas (Salmo 142:2). Él quiere que hagamos esto en privado, al igual que hizo David cuando escribió el Salmo 142 en la cueva de Adulam (1 Samuel 22). Y Él quiere que lo hagamos corporativamente, como cuando el pueblo de Israel cantaban juntos el Salmo 142.

‪Él quiere que le digamos exactamente lo que sentimos, como cuando David exclamó: “nadie se preocupa por mi alma” (Salmo 142:4). Y Él nos quiere recordar que a pesar de cómo las cosas se ven y se sienten en este momento, debido a sus muy grandes promesas (2 Pedro 1:4), algún día estos problemas ya no nos afligirán, como cuando David expresó su esperanza: “Porque Tú me serás propicio”, Salmo 142:7.

‪Los salmos de lamentación son tesoros para los santos. Le dan una voz inspirada a nuestras almas cargadas. Modelan para nosotros cómo quejarse con Dios de una manera tal que le honremos. Y ellos mismos son expresiones de cuidado misericordioso de Dios para nosotros, ya que en ellos vemos que no estamos tan solos como nos sentimos, y que Dios de hecho entiende.

‪Y si tenemos oídos para oír, estos salmos también nos guardan de esperar demasiado en estos tiempos. Dios no siempre tiene la intención de que sus santos experimenten la prosperidad. Más bien, los salmos de lamentación nos recuerdan la verdad de la afirmación de Jesús: “En el mundo tendréis aflicción”, y nos señalan nuestra gran esperanza: “¡Ánimo!; Yo he vencido al mundo”, Juan 16:33.

‪Así que adelante y a quejarse con Dios, pero no murmurando. Aprende de las lamentaciones de los salmistas a cómo ser un lamentador fiel.


Publicado originalmente en Desirign God. Traducido por Carmen Herrera-Williams.
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