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Te acaban de anunciar que te promovieron en el trabajo con un sustancial aumento. Acabas de comprar la casa de tus sueños a un precio increíble. Luego de un tiempo de dificultad financiera, estás experimentando abundancia. Luego de luchar con una enfermedad, el doctor te anuncia que estás completamente sano.  ¿Cuál es la forma bíblica y correcta de responder a estas bendiciones? ¿Cómo nos debemos comunicar para expresar adecuadamente nuestro agradecimiento a Dios?

Cuando percibimos que en nuestra vida las cosas están saliendo bien, es posible comunicar nuestro agradecimiento en formas que no sean las más adecuadas bíblicamente, y que resultan ser de tentación a aquellos que estén pasando por tiempos de dificultad. Cuando nos dan un aumento salarial, en Puerto Rico dirían “mi Dios está pasao”. Ahora bien, ¿qué comunica esto a una persona que acaba de perder su empleo? Quizás el doctor te comunicó que estás saludable, y decimos Dios es el médico por excelencia. Entonces, ¿qué tal del creyente que está en una etapa terminal de cáncer? Estabas en un proceso de búsqueda de empleo y encontraste una posición mejor de lo que estabas buscando, entonces dices que cuando Dios hace las cosas para sus hijos las hace bien. Y ¿qué le dejas saber acerca de Dios al hermano que lleva 6 meses desempleado? 

Tenemos que ser agradecidos y expresar nuestra gratitud. Los Salmos están llenos de muestras de gratitud por las bendiciones que Dios da a su pueblo. A su vez es importante tener  cuidado de las palabras que usamos, porque la palabra de Dios nos dice que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:24). Esto muestra lo fundamental  de tener el evangelio presente en nuestra comunicación, Cuando Dios nos da bendiciones de índole material, debemos expresar un agradecimiento que refleje con claridad que entendemos que lo que recibimos de Dios es pura gracia y misericordia.

Si el evangelio está informando los tiempos de abundancia material, estamos conscientes que cuando recibimos cosas, son un regalo de Dios. A la vez, debemos recordar que también son un obsequio inmerecido. Por consiguiente. nuestro lenguaje de agradecimiento a Dios tiene que reflejar que estamos conscientes de esta realidad bíblica. El evangelio nos dice que Cristo tomó nuestro lugar y murió por nuestros pecados. Él recibió la ira de Dios por todas nuestras transgresiones. Esto quiere decir que otro tomo el castigo que tú y yo merecíamos. Romanos 323-26 comunica esta verdad:

“Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación  por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús”.

Esta es la más grande bendición que puede recibir un creyente. Ninguna provisión material se puede comparar con el perdón de los pecados y la gracia recibida por medio del evangelio. Si Dios solo nos bendice con el evangelio tenemos más de lo que pudiéramos nunca haber obtenido.

Un buen amigo mío acostumbra a responder a la pregunta “¿Cómo estás?” diciendo “mejor de lo que merezco”. Él está consciente de que merece el juicio de Dios,  pero que Dios en Cristo lo ha librado de tal condena. Si entendemos esto, entonces sabemos que todo lo que Dios nos da es pura gracia: es un regalo inmerecido. Consecuentemente nuestra salvación es gracia, y la provisión de Dios también lo es. Nuestro lenguaje debe reflejar esto mismo cuando nos comunicamos.  En lugar de decir que “Dios hace las cosas bien para sus Hijos”, podemos decir “en su misericordia, Dios me  ha provisto de este empleo, aun sin merecerlo”. O pudiéramos decir “Dios me ha dado salud en este tiempo por su maravillosa gracia”.

Al hablar así, reflejamos la bondad, la provisión de Dios, y el  agradecimiento por lo que hemos recibido. Lo más importante, de esta manera reflejamos que entendemos que es pura gracia, que no merecemos las bendiciones de Dios. Comunican que no recibo salud o trabajo porque soy mejor que otros creyentes, pues todos somos pecadores redimidos por un mismo Redentor. Cada uno de nosotros hemos recibido más de lo que merecemos: merecíamos el infierno, y ahora vamos a recibir vida eterna conjuntamente con  nuestro creador.

El entender el evangelio en los tiempos de provisión nos ayuda a cultivar un verdadero sentido de agradecimiento, y a poner las cosas materiales en su lugar. Más que hacer un ídolo de ellas, son instrumentos para glorificar a nuestro Dios amoroso. La verdadera bendición está en que Dios ya proveyó lo más importante que necesitábamos: un Salvador. Cuando entendemos esto podemos decir como Pablo:

“No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, Filipenses 4:11-13.

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