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“Y dijo Dios: Sea la luz y fue la luz”.

Creemos en un Dios que “habló” al mundo a existencia. En el centro y comienzo de toda la creación hubo una palabra que creó algo. Esta verdad es un recuerdo constante de que las palabras y el lenguaje tienen el poder de crear.

Hay mucho que escribir y hablar cuando se trata de glorificar a Dios con nuestras palabras, pero en este artículo quiero enfocarme en cómo nuestras palabras pueden crear de forma no intencional una cultura que es el extremo opuesto de lo que estamos intentando crear.

Por ejemplo, el término “vamos a la iglesia” parece tan inofensivo que cuando se nos corrige diciendo que “no vamos a la iglesia, sino que somos la iglesia”, es muy fácil descartar ese comentario como algo quisquilloso o arrogante. ¡Y a veces lo es! Pero la realidad es que esta pequeña frase, usada de esta manera, se puede convertir en un problema al pasar el tiempo. Hay una razón por la que hay una generación de cristianos sentados en el banquillo observando al cristianismo en lugar de ser impulsados a “entrar en el juego” y “ser la iglesia”. El lenguaje no es ni el único culpable, ni la única respuesta, pero puede ayudarnos a crear personas que ven la iglesia como la familia de Dios, y no como el evento de Dios. Vale la pena que luchemos de forma consistente y humilde por esta diferenciación, y el lenguaje que utilizamos puede ayudar con ello.

Otro reto que ocurre con frecuencia en la iglesia es lograr que el pueblo de Dios vea a su pequeña comunidad de la iglesia como una comunidad a involucrarse día a día y hacer parte de sus vidas, y no sólo como una actividad en medio de la semana.  La gente suele decir cosas como: “¿Cómo les fue en el grupo de comunidad?” o “¿Cómo estuvo tu grupo pequeño?”. No son malas preguntas, pero si el objetivo es que nuestra pequeña comunidad sea una familia de siervos de Dios haciendo vida y misiones juntos, entonces debemos utilizar un lenguaje que nos recuerde constantemente en qué consiste nuestra comunidad.  Además, nos gusta usar siglas para todo. Esto hace que la gente nueva se pregunte qué será el GC (grupo de crecimiento), el por qué eso entra en conflicto con el ADN de Sarah, y hace que nos preguntemos QHJ (Qué Haría Jesús).

Existen maneras de combatir esto. Una de ellas es explicar constantemente el lenguaje de nuestra iglesia. Tratemos de minimizar el uso de siglas, y si las utilizamos, estemos listos para explicarlas. Compartamos constantemente para qué Dios creó esta comunidad, y hagamos explicaciones en todos los anuncios, literatura y escritos en la web. Nunca supongamos que las personas saben de lo que estamos hablando, o qué significa el lenguaje de nuestra iglesia, sino expliquemos siempre todo. Esto ayuda mucho a que los que vienen de fuera, los nuevos, y los no creyentes se sientan parte de la iglesia. Otra cosa útil es comenzar a referirse a la comunidad como lo que es, y a la reunión como una “reunión de comunidad”. De esta forma, la gente comenzaría a preguntar: “¿Cómo te fue en la reunión de tu comunidad misional?”. O puede que pregunten: “¿Cómo les fue la cena del grupo pequeño?”. Diferencia constantemente entre lo que es nuestra comunidad y lo que hace, y utiliza un lenguaje diferente para ambas cosas. Esto conllevará un tiempo, pero terminará contagiándose y la gente reconocerá la diferencia, ¡y los visitantes y no creyentes comenzarán a sentir que hay algo diferente!

Pensemos en lo que estamos tratando de llevar a cabo los domingos, y si el mejor término decir que es un servicio o una reunión. En la familia SOMA intentamos ser muy intencionales al invitar al pueblo de Dios a participar en Su obra, y utilizamos el término “reunión” para ayudar a crear esta cultura. Esperamos que el pueblo de Dios se reúna para servir, adorar, y edificarse los unos a los otros, de forma que puedan ser enviados a hacer lo mismo al mundo.

Los predicadores y maestros necesitan ser especialmente considerados con el lenguaje que utilizan. Puede resultar muy fácil caer en el uso de muchos términos doctrinales y hacer referencia a personajes bíblicos como si todo el mundo supiese de lo que están hablando. Esto supone demasiado y aísla a los no creyentes o los nuevos creyentes, y puede hacer desaprovechar oportunidades para compartir el evangelio con los perdidos o de ayudar a los nuevos a crecer en la fe. Seamos considerados y tomémonos el tiempo para explicar cada término doctrinal, y utilicemos un lenguaje que sea común a nuestro contexto y cultura. ¿Acaso no consiste en esto el arte de enseñar?

Por último, me he dado cuenta de que a menudo me sorprendo a mí mismo siendo descuidado con el evangelio. Incluso nosotros, que somos hacedores de discípulos centrados en el evangelio, podemos ser perezosos y escuchar los pecados y asuntos de la gente y soltar rápidamente un, “bueno, lo que necesitas simplemente es creer el evangelio”. Podemos tomar esa preciosa palabra y utilizarla mal, hasta que pierda su significado. No nos limitemos a decir a la gente que crea en el evangelio, sino contémosle qué son estas “buenas noticias”. Oremos sobre el aspecto del evangelio que necesitan escuchar. ¿Necesitan un recordatorio de las buenas noticias del perdón ganado por ellos en la cruz? ¿O necesitan ser recordados de las buenas noticias de que Jesús vive y volverá un día para hacer nuevas todas las cosas? Quizás se sienten desesperanzados de poder derrotar el pecado y necesitan escuchar las buenas noticias de que Jesús envió a su Espíritu a vivir en nosotros. Explicar las buenas noticias del evangelio es poderoso para todo el que las habla y las escucha.

Además, utilicemos la Palabra de Dios para mostrar estas verdades. La Palabra de Dios es rica en explicaciones de las buenas noticias, y es nuestra mejor herramienta para revelar todo lo que Cristo cumplió por nosotros en la cruz. Utilicemos la Palabra de Dios para explicar el evangelio, y los demás comenzarán a buscar ellos mismos en la Palabra de Dios como entender el evangelio.

El lenguaje es un regalo. ¡Utilicémoslo sabia e intencionadamente para crear una cultura que aliente y forme generaciones que amen y sirvan a Jesús y a su iglesia!


Publicado originalmente en SOMA. Traducido por Manuel Bento.
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