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Mi esposa y yo trabajamos en el basurero de la Ciudad de Guatemala. Servimos a la gente que, literalmente, viven de la basura. Muchos de ellos buscan cosas que pueden vender, aunque otros buscan su almuerzo para ese día. Para muchas personas, la basura es su único recurso y luchan contra una gran pobreza. Cada día vemos a seres humanos creados en la imagen de Dios tirados en la calle, acostados en su propia orina. Constantemente escuchamos historia tras historia de familias sin alimento, esposos gastando todos sus ingresos en licor, pegamento, abuso, injusticia, opresión, y mas. Una oscuridad inconcebible está alrededor de este lugar.

A diario luchamos con cuestiones prácticas. ¿Cómo podemos mejor servir a estas comunidades? Encima de eso, ¿cómo lo hacemos de una forma sostenible en medio de una ciudad acribillada con pobreza? ¿Cuánta responsabilidad tenemos como cristianos hacia las necesidades físicas a nuestro alrededor?

Siendo honestos, reconocemos que tenemos más preguntas que respuestas. Luchamos viendo necesidades básicas, sabiendo que tenemos los recursos para “arreglarlos”. Al mismo tiempo, reconocemos que problemas sistémicos como estos no se arreglan sencillamente.

El ejemplo de Jesús

Cuando examinamos los evangelios, vemos que Jesús tuvo una relación compleja en cuanto a las necesidades físicas y su misión de salvación. En un sentido de la palabra, Jesús era el mejor humanitario que ha vivido.

Jesús satisfizo la necesidad física

Esto debería ser obvio, pero es importante mencionarlo. Como buenos evangélicos, sabemos que el evangelio es algo que se proclama, algo que se tiene que decir. Consecuentemente, podemos ignorar las necesidades físicas a nuestro alrededor bajo el disfraz de que estamos proclamando el evangelio. Ese tipo de ministerio es ajeno a la vida de Jesús, quien tuvo una compasión profunda por las luchas inmediatas en que se encontraban la gente. Él se detuvo, una y otra vez, para tocar a aquellos olvidados por la sociedad. Él le dio de comer a miles varias veces. Él sanó enfermedades consideradas impuras al resto de la sociedad. No podemos decir que Jesús no se preocupó por las necesidades físicas. Como seguidores de Cristo, nunca deberíamos olvidar este punto.

Jesús ignoraba necesidades físicas por una necesidad mayor

En más de una ocasión vemos a Jesús haciendo cosas que a muchos de nosotros nos parecerían fríos y crueles. En Marcos 1 vemos una escena sorprendente. Jesús apenas había empezado su ministerio en Capernaum y ya había sanado a muchos. La mañana siguiente Él  estaba orando cuando Pedro le dio las noticias de que habían muchas personas buscándole para ser sanados. En lugar de ir a sanarles de sus enfermedades, Jesús le dijo a Pedro que deberían irse a otros pueblos para que pueda predicar porque “para esto he venido”. Él percibió una necesidad mayor sobre todo el mundo que demandaba su atención más que las necesidades físicas alredor de Él.

En la tan conocida historia del paralítico que fue bajado por el techo, Jesús primero le dice “tus pecados quedan perdonados”. La gente estaba desilusionada, esperando un gran milagro. Jesús le recuerda a la gente que el milagro más grande es el perdón del pecado y no el sanar del paralítico. Y, aun así, sanó al paralítico.

Encontrando un equilibrio

En todos los evangelios vemos esta relación compleja entre las necesidades físicas y la misión de la cruz. Las necesidades físicas tienen que ser satisfechas, pero no son la prioridad. La prioridad en la vida de Jesús, y la prioridad para los seguidores de Jesús, siempre será la proclamación del mensaje del evangelio.

En un sentido, los cristianos deberíamos ser los mejores humanitarios que existen. La grandeza de la necesidad humana debería ser nuestra motivación. ¡Las condiciones en que viven muchas personas en nuestros países nos deberían quebrantar! Jesús siempre estaba consciente de las necesidades alrededor de Él. Las necesidades físicas no son solo un obstáculo para compartir el evangelio: son verdaderas luchas de personas hechas en la imagen de Dios.

Sin embargo, la necesidad de la expiación del pecado es demasiado más urgente que la necesidad de la comida. ¡Sí, les deberíamos dar comida! ¡Obviamente! Pero a menudo les damos comida para que podamos darles las noticias más bellas en todo el mundo. Estas buenas nuevas tienen que ser compartidas con cada comida repartida. Todos tienen que escuchar que Cristo murió en su lugar, y que al arrepentirse y poner su fe en Él pueden recibir vida eterna. La ayuda humanitaria, aparte del evangelio, es como arreglar las sillas sobre la cubierta del Titanic: puede satisfacer una necesidad temporal, pero no hará nada para el desastre que les espera.

Identificándonos con los pobres

Un punto final. Tampoco olvidemos de dónde venimos. Servir a las necesidades del pobre es una imagen y representación del mensaje del evangelio. En Generous Justice, Tim Keller escribe, “A la medida que el evangelio forma tu vida, te identificarás con los que tienen necesidad. Verás sus ropas andrajosas y pensarás ‘Toda mi justicia es un trapo sucio, pero en Cristo podemos estar vestido en ropas de justicia’”.

Keller sigue explicando que como cristianos, nada que tenemos lo hemos ganado. Toda nuestra justicia ha sido un regalo. Somos aceptados por fe. Él continúa, “En otras palabras, cuando los cristianos entienden el evangelio y ven a una persona pobre, se dan cuenta que se están mirando en un espejo. Sus corazones deben salir con él o ella sin una pizca de superioridad o indiferencia”.

Cristiano, pastor, académico, líder, seamos constantemente impulsados por la compasión de nuestro Salvador para las necesidades alrededor nuestro. Seamos motivados por el amor de nuestro Salvador para satisfacer esas necesidades. Y, aun más, con nuestros ojos siempre puestos en la cruz de Cristo, compartamos las buenas nuevas del evangelio que satisfacen la mayor necesidad del mundo: el pago por el pecado frente de un Dios santo.

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