“Porque en Mí ha puesto su amor, Yo entonces lo libraré; Lo exaltaré, porque ha conocido Mi nombre”, Salmos 91:14.
Este es sin duda un salmo muy conocido. Es un salmo inspirador que ha servido para dar ánimo al Pueblo de Dios a lo largo de la historia y especialmente cuando nos hemos encontrado en momentos de crisis y dificultades.
Y es que es un salmo que nos recuerda la promesa del Padre de cuidar, guardar y proteger a los suyos. Es una evidencia de Su gracia, no solo en el hecho de que esto es una realidad, pero es también una bendición para nosotros el poder reconocer y experimentar funcionalmente esta realidad cuando descansamos en ella.
Es en esta parte cuando tenemos que darnos cuenta de que muchas veces no “vemos” la salvación de Dios en nuestros problemas porque tenemos nuestra propia idea de cuál es la solución que esperamos de Dios y cómo se “ve”. El hecho de que tengamos puesta nuestra fe y confianza en soluciones que en verdad no lo son ciega nuestro corazón a la verdadera obra de Dios.
Es un problema del corazón. Es un problema de amor mal fundamentado, es en realidad un problema de adoración, adoración a nuestras soluciones y no a Dios, quien en verdad es nuestra esperanza.
Lo interesante es que así como es un problema de adoración, la solución es también a través de la adoración. Nos metemos en problemas dando nuestros afectos, energía y esperanza a cosas que en verdad no lo merecen. Sin embargo es en el re-orientar nuestro corazón y reconocer a Dios como suficiente que encontramos libertad en medio de los problemas.
Es al ver lo inmenso y sublime del amor incondicional de Dios en la persona y obra de Su Hijo, que en nuestro corazón se derriten afectos menores a las cosas que jamás podrán salvarnos. Es la libertad de sabernos conocidos y amados por Él que calma toda tormenta. Las palabras del Señor a través del salmista son de tremenda bendición cuando termina diciendo, “le mostraré mi salvación” (v. 16).
Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.
