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Éxodo 16-18 y Lucas 7-8

“Esto es lo que el SEÑOR ha mandado: “Cada uno recoja de él lo que vaya a comer; tomaréis un gomer por cabeza, conforme al número de personas que cada uno de vosotros tiene en su tienda”, Éxodo 16:13.

En la medida en que los años van pasando deberíamos ir madurando. La madurez es el resultado de las experiencias de vida conjugadas con el aprendizaje de principios y normas, que nos ayudan a tener la destreza suficiente para sortear con éxito las tormentas de la vida. De allí que es necesario que cada una de nuestras vivencias y principios aprendidos puedan ser celosamente guardados en nuestra memoria para luego ser aplicados en otras situaciones. Esto es ser sabio.

¿Qué es la memoria? Es la potencia del alma, por medio de la cual se retienen las ideas y se recuerda el pasado. Nuestra alma deja de ser plana cuando la llenamos de conocimiento, pero sobre todo de la aplicación del conocimiento en nuestra vida. La evocación de la experiencia nos permitirá la repetición que generará destreza. El olvido, en el otro extremo, nos llevará al descuido y a tener que aplicar todo nuestro esfuerzo por resolver situaciones que ya deberíamos dar por superadas. Es vivir bajo la Ley Iglesias: “Tropecé de nuevo con la misma piedra”.

Como vivimos los tiempos de lo desechable y de lo siempre auténticamente nuevo, nos cuesta creer en los beneficios del pasado sobre nuestro presente. Sin embargo, y esto sin ser profeta, un buen análisis de nuestra trayectoria nos dirá mucho de nuestro presente y la pauta de nuestro futuro. Lamentablemente, mucha gente le huye a sus recuerdos del pasado porque no hay nada memorable (digno de ser recordado), sino muchas insignificancias juntas que no llegan a calificar para vida. Otros prefieren hacer una “retrospectiva reencarnacional”, trayendo a la mente su imaginación más que su pasado: “Mira, yo soy así porque fui conde en Francia en la corte de Luis XVI” (?).

En la Biblia encontramos que el Señor tuvo una inmensa preocupación por la memoria de su pueblo. En el pasaje del encabezado vemos la preservación de una porción del Maná para testimonio a las generaciones futuras de la provisión milagrosa de Dios. Los lugares también recibían nombres significativos: ” Esto es lo que el SEÑOR ha mandado:“Cada uno recoja de él lo que vaya a comer; tomaréis un gomer por cabeza, conforme al número de personas que cada uno de vosotros tiene en su tienda?” (Éx. 17:7). ¿Qué lugares son significativos para ti? ¿Por qué? Quizás solo recordamos “Cancún” o “Miami”, pero ¿qué de los lugares en donde aprendiste verdaderas lecciones de vida? Los enamorados siempre recuerdan sus lugares románticos, pero ¿qué de los lugares donde aprendimos verdaderas lecciones dramáticas? Nuestra vida también es peregrinaje, y en los lugares también podemos encontrar sabiduría.

Otro medio para la preservación de la memoria es la escritura. La civilización ha dependido de este medio desde hace miles de años. Recuerdo haber visto una película en donde un jefe de una tribu de África entendía por primera vez que las palabras podrían perennizarse en una hoja de papel. Su sorpresa me cautivó. Un hombre escribió las palabras que él dijo y luego las leyó otro tipo que no había estado presente cuando el jefe las pronunció. Un verdadero “milagro” que para nosotros es demasiado común. “Entonces dijo el SEÑOR a Moisés:Escribe esto en un libro para que sirva de memorial…” (Éx. 17:14a). Conozco a una familia que escribe una revista inter-familiar para que los recuerdos y las experiencias de vida puedan ser preservados por todos ellos. Allí escriben todos, grandes y pequeños, dejando un material que enriquece y preserva la memoria. Tal vez nosotros estamos prejuiciados, pensando que solo las adolescentes escriben sus diarios… pero también los estadistas escriben sus Memorias.

Para nosotros los cristianos es muy importante el poder retener en la memoria las grandes respuestas de Dios en nuestras vidas. ” Y edificó Moisés un altar, y le puso por nombre El SEÑOR es mi Estandarte (Éx. 17:15). La joven nación de Israel había peleado su primera batalla y Jehová les concedió la victoria. Si en nuestra expresión de culto a Dios no hay gratitud y remembranza por lo que Él hace en nuestra vida, estamos perdiendo mucho del sentido de nuestra adoración a Dios.

Por último está la memoria mental activa que es capaz de compartir y enriquecer a otros con sus experiencias de vida. “Y Moisés contó a su suegro todo lo que el SEÑOR había hecho a Faraón y a los egipcios por amor a Israel, todas las dificultades que les habían sobrevenido en el camino y cómo los había librado el SEÑOR” (Éx. 18:8). Moisés no tuvo temor de contar lo que Dios había hecho con él y con todo Israel. No era un acto de soberbia, sino de profunda humildad y reconocimiento al Señor. Hoy en día, todos nosotros somos muy reacios a aceptar consejos fríos pero somos muy abiertos a las experiencias de vida. Alguien escribió alguna vez esto:

Prefiero ver un sermón…que escucharlo cualquier día.

Prefiero que camines conmigo… en vez de señalarme el camino.

El ojo es un pupilo más dispuesto… de lo que jamás fue el oído.

Un buen consejo a veces confunde… pero un ejemplo siempre es claro.

Un testimonio sincero y lleno de bendición de Dios siempre producirá alabanza en el corazón del que lo escucha: “Y se alegró Jetro de todo el bien que el SEÑOR había hecho a Israel, al librarlo de la mano de los egipcios. Entonces Jetro dijo: Bendito sea el SEÑOR que os libró de la mano de los egipcios y de la mano de Faraón, y que libró al pueblo del poder de los egipcios. Ahora sé que el SEÑOR es más grande que todos los dioses; ciertamente, esto se probó cuando trataron al pueblo con arrogancia” (Éx. 18:9-11a).

Por otro lado, nuestro Señor Jesucristo siempre tiene memoria de nosotros. Siempre nos ubica y nos reconoce por nuestros nombres y vidas. Para Él no hay detalle que escape de su mente, ni situación que se le olvide. Él, mientras estuvo en la tierra, siempre vivió rodeado de multitudes ansiosas por verle, escucharle y tocarle, pero siempre estuvo atento para no olvidar a ninguno, por más insignificante que parezca. Él vio a la viuda de Naín que lloraba la muerte de su único hijo y no la olvidó: “Al verla, el Señor tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y Jesús dijo: Joven, a ti te digo:¡Levántate! El que había muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre” (Lc. 7:13-15). Él recibió a la mujer que lloraba a sus pies porque a pesar de que era una “pecadora” y vivía lejos de Dios, Él no la había olvidado y sabía la razón para cada una de sus lágrimas. “Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado, vete en paz” (Lc.7:48,50b).

Jesucristo liberó al endemoniado de Gadara después de muchos años de soledad y postración. Este hombre había perdido toda su dignidad, pero el Señor le dio una nueva memoria que parte con los recuerdos de su milagrosa liberación: “Vuelve a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas Dios ha hecho por ti. Y él se fue, proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho por él” (Lc. 8:38,39).

¿Cómo andamos de la memoria?

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