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Toda mi infancia está documentada en tres álbumes de fotos. Dos fotos se destacan en mi memoria: una, yo de bebé, mientras me cambiaban los pañales, tomada desde un ángulo un poco comprometedor. La otra, yo de 2 años de edad, sentada triunfalmente en un inodoro. Las recuerdo porque mis padres me molestaban diciendo que se las enseñarían a mis futuros pretendientes. Aunque sabía que era broma, la posibilidad de que esas fotos pudieran ser vistas por personas fuera de nuestra familia me horrorizó cuando era adolescente. El registro escrito de mi infancia es bastante pequeño: un libro de bebés con notas sobre mi aumento de peso, mis primeras palabras, una colección de tarjetas de cumpleaños y las cartas de la familia. Qué diferente es esto de los registros que hoy en día muchos padres están haciendo de los primeros años de sus hijos.

El Internet y las redes sociales abren nuevas posibilidades para que podamos registrar y compartir la vida de nuestras familias en una dimensión mucho mayor que antes. Debido a esto, los padres de niños pequeños deben pensar de forma diferente a como se pensaba en el pasado. Fotos como las que mis padres alegremente bromeaban revelar ahora son reveladas rutinariamente en nuestras comunidades virtuales. El comentario embarazoso que mi madre pudo haberle hecho a su vecina sobre mi descaro a los 2 años de edad los padres lo hacen ahora a cientos (y hasta  miles) de relacionados virtuales. ¿Cuántos padres se dan cuenta de que son los custodios de la identidad virtual de sus hijos hasta que tengan edad suficiente para manejarse por su cuenta?

Pensando en el futuro

La mayoría de los debates sobre los niños y el protocolo del uso del Internet se centran en la configuración de privacidad y seguridad de la contraseña para los niños en edad escolar, pero mi preocupación comienza antes. ¿Estamos los padres protegiendo y preservando la  futura privacidad y los intereses de nuestros niños a través de nuestras decisiones sobre qué publicamos en línea?

Cada día los padres utilizan las redes sociales y la blogosfera para subir fotos y mensajes que relatan toda clase de mal comportamiento infantil, frustraciones como padres y contratiempos. Creo que estos mensajes son publicados por padres bien intencionados, pero sin darse cuenta están creando una identidad virtual de sus hijos. Con cada mensaje construimos una historia digital de la vida de nuestros niños, un álbum virtual de acceso público, y debemos detenernos a pensar un poco el rastro que estamos dejando. ¿Nuestros comentarios y fotos preservan la dignidad de nuestros hijos o satisfacen nuestro sentido del humor como adultos? ¿Publicamos para satisfacer una necesidad de dar rienda suelta a nuestros pensamientos? ¿Estamos perdiendo de vista la verdad de que nuestras familias necesitan nuestra discreción más que nuestros seguidores del blog necesitan autenticidad sobre nuestros escritos?

Hay una razón por la que no publicamos fotos embarazosas de nuestro cónyuge o nuestra suegra: la posibilidad real de que vean lo que hemos publicado. Ese peligro no existe con un niño pequeño… o ¿sí? El ciberespacio se siente fugaz y cómodo, pero no lo es. Tenga en cuenta que sus niños probablemente algún día vean la identidad en línea que ha creado de ellos. Y así mismo podrán verla sus compañeros de escuela intermedia, su novia, el comité de admisión de la universidad, y sus futuros empleadores. Pero mucho más importante que lo que el resto del mundo va a pensar de este mapa digital es lo que su hijo va a pensar en ello.

Imagíneselos adultos

Padres, antes de publicar algo  acerca de sus hijos pequeños, imaginen una versión de ellos de 13 años de edad, leyendo lo que usted publica por encima de su hombro. Su hijo es portador de la imagen de Dios, tal como usted. Lo que usted comunica sobre ellos, ¿los honra como portadores de la imagen de Dios? ¿Proporciona esto gratificación a corto plazo para usted o sirve para honrar la relación a largo plazo con ellos? ¿Los expone  potencialmente a hacer el ridículo al etiquetarlos? ¿Registrará esa publicación un sentimiento negativo, que para un adulto puede resultar pasajero, pero para un adolescente no?

Estoy seguro de que mi madre, cuando yo era niña, tenía días en que quería regalarme a los gitanos; pero no hay registro permanente de esos momentos que mi yo-adolescente pueda encontrar. Algunas de esas historias sobreviven de manera oral, pero se cuentan con risa, cara a cara, donde el tono y la expresión facial le dan un contexto. Si mi madre le comentó a mi papá que yo era astuta y atrevida, nunca he visto o escuchado esas etiquetas. Y eso es algo bueno, porque los padres podemos experimentar momentos (o períodos) de profunda frustración hacia nuestros hijos, pero no quisiéramos que pensaran que nuestro amor por ellos estuvo alguna vez en juego.

En la escuela a mis hijos se les enseñó a memorizar una herramienta para ayudarles a tomar decisiones inteligentes al hablar, escribir o publicar: PIENSA (THINK):

  • ¿Es lo que tengo que decir Verdadero (True),
  • Ayuda en algo (Helpful),
  • Inspirador, (Inspiring)
  • es Necesario (Necessary)
  • o Amable (Kind)?

Como administradores de sus historias, los padres necesitamos memorizar también esa herramienta. Mantener la confianza en la relación entre padres e hijos debe superar cualquier otro motivo al publicar algo. PIENSA antes de publicar. Por supuesto, es bueno tener un lugar seguro y apropiado para ventilar y “ser real” acerca de la labor de ser padres, pero debemos reconocer que el Internet no es probablemente el lugar adecuado. Que todo lo que compartes con los que están fuera de tu casa fortalezca el vínculo de confianza que tienen en el interior de su hogar. Cuente su historia sin comprometer la de ellos. Realice bien el trabajo de custodiar la identidad en línea de su hijo hasta que su precioso propietario esté dispuesto a asumir el puesto. ”… Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”, Filipenses 4:8.


Publicado en The Gospel Coalition. Traducido por Jaqueline Rodríguez Escoto.
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