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Éxodo 9-10 y Lucas 1-2

“Y los siervos de Faraón le dijeron:¿Hasta cuándo este hombre nos será causa de ruina? Deja ir a los hombres para que sirvan al SEÑOR su Dios. ¿No te das cuenta de que Egipto está destruido”, Éxodo 10:7

Hasta hoy se conoce con el nombre de plaga a alguna calamidad grande que aflige a algún pueblo. La sola palabra nos da la idea de infortunio y de un daño inmenso y abundante que trastorna las vidas de los que la padecen. En el pasaje del encabezado vemos el dolor egipcio como consecuencia de la tremenda destrucción caída sobre Egipto por causa de la dureza del corazón del Faraón (con respecto a este tema revisemos la reflexión anterior).

Egipto era en ese momento un pueblo invencible con recursos inagotables. Los hebreos eran un pueblo que había crecido bajo el alero egipcio y eran tratados como esclavos. Los `azotes´ que cayeron del cielo fueron manifestaciones sobrenaturales de la justicia de Dios, pero no eran ajenos a las condiciones naturales y sociales de la vida de Egipto. Debemos tener cuidado en pensar que las plagas son el resultado del capricho de Dios. No vemos en la Biblia que Él haya derramado estos eventos para luego llamar a la reflexión a Faraón. Nuestro Dios habla antes de obrar: “Moisés y Aarón fueron a Faraón, y le dijeron: Así dice el SEÑOR, el Dios de los hebreos:”¿Hasta cuándo rehusarás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.” Porque si te niegas a dejar ir a mi pueblo, he aquí, mañana traeré langostas a tu territorio” (Éx. 10:3-4).

Nosotros hemos repetido hasta la saciedad que a nuestro Dios le encanta lo cotidiano y que Él se mueve con desenvoltura en medio de lo `común y corriente´. Los hombres que construyeron los grandes monumentos religiosos se equivocaron al pensar que la grandeza de Dios debe ser absolutamente ajena a la realidad del hombre. Más bien, su grandeza se manifiesta en poder tomar con delicadeza nuestras microscópicas vidas y hacernos compartir la suya.

Es así como nosotros recibimos lecciones diarias de sabiduría espiritual a través de la vida corriente pero no de una manera abstracta e impersonal (que sería pura reflexión humana), sino a través de un Dios inmenso que nos habla a través de su Palabra. Lamentablemente, es en las situaciones de dolor en donde el hombre es más propenso a aprender. Por ejemplo: el niño no está dispuesto a lavarse los dientes solo por el consejo de los padres, pero basta la primera caries y los punzantes dolores (visita al dentista incluida) para que a través de las circunstancias se aprenda la lección y se entienda el consejo. El Señor sabe que niños, jóvenes, adultos y ancianos necesitamos vivir nuestras propias `plagas´ para atender el consejo de Dios. El choque para el imprudente, el cáncer para el fumador, el infarto para el trabajólico, el abandono para el adúltero y muchas otras plagas modernas son el símbolo de nuestra falta de aprendizaje.

Como podemos observar, nuestros ejemplos anteriores nos muestran que las `plagas´ están relacionadas con las cosas que más queremos pero en las que estamos mostrando verdaderas falencias. Para Faraón, cada una de las plagas tocó sus diferentes divinidades y su cosmovisión. Ernesto Trenchard, comentarista del Éxodo lo explica así: “La serpiente era señal de realeza, utilizada en las insignias del Faraón, y las de los magos. El Nilo era el dios que daba vida al país y llegó a ser veneno. Las ranas se empleaban para representar a la diosa Hator, pero, por fin, llenaron de asco a los adoradores de la diosa. La pobreza del confuso panteón de los egipcios quedó muy al descubierto al final de la serie de juicios”. La verdad es que cuando Dios nos quiere hablar, nos dirá las cosas en una forma y en un lenguaje en que le podamos entender y que nos lleve a recapacitar y cambiar de actitud. El Señor les demostró a los egipcios que ni sus divinidades, ni su clima, ni su campo ni nada de nada podía dejar de estarle sujeto, ” “Pero en verdad, por esta razón te he permitido permanecer (al Faraón):para mostrarte mi poder y para proclamar mi nombre por toda la tierra” (Éx.9:16).

Un conocimiento superficial de estos acontecimientos nos podría hacer pensar que el Señor actuó maliciosa y avasalladoramente, pero veremos que nuestro Dios siempre advierte con amor aun para los que se le han declarado enemigos irreconciliables: “Y todavía te enalteces contra mi pueblo no dejándolos ir.” He aquí, mañana como a esta hora, enviaré granizo muy pesado, tal como no ha habido en Egipto desde el día en que fue fundado hasta ahora. “Ahora pues, manda poner a salvo tus ganados y todo lo que tienes en el campo, porque todo hombre o todo animal que se encuentre en el campo, y no sea traído a la casa, morirá cuando caiga sobre ellos el granizo”, (Éx. 9:17). La declaración previa de Dios y luego la correspondiente manifestación son como los reactivos que procesan una fotografía: tarde o temprano manifiestan la realidad del corazón: “El que de entre los siervos de Faraón tuvo temor de la palabra del SEÑOR, hizo poner a salvo a sus siervos y sus ganados en sus casas, pero el que no hizo caso a la palabra del SEÑOR, dejó a sus siervos y sus ganados en el campo” (Éx. 9:20,21).

En el otro extremo está la suma blandura del corazón de María, la futura madre de Jesús. Esta joven estaba en casa cuando el ángel Gabriel irrumpió en su vida cotidiana para anunciarle que concebiría en su vientre al Salvador: ” Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lc. 1:31). Ella no dudó ni por instante y simplemente concluyó: “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia” (Lc.1.38). Esa es la actitud de corazón que el Señor está esperando de sus criaturas: una genuina disposición para dejar que la Palabra de Dios actúe en sus vidas. No hay peleas que ganar, demostraciones que entregar ni teorías que  presentar. Si Dios ha hablado, nosotros creeremos lo que dice.

Nosotros nos desgastaríamos menos si pudiéramos aprender a escuchar la voz de Dios que se manifiesta en palabras y obras. ¿Cuáles son las `plagas´ que te están atormentado? Dice el dicho: “Guerra avisada no mata soldado… y si lo mata es por descuidado”. Vuélvete al Señor en obediencia, entrega tu vida a Él y ríndete ante la suavidad de sus palabras. Termino copiando el canto de María en su encuentro con Elisabet:

“Entonces María dijo:

Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.

 Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada.

Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso; y santo es su nombre.

Y DE GENERACION EN GENERACION ES SU MISERICORDIA PARA LOS QUE LE TEMEN.  Ha hecho proezas con su brazo; ha esparcido a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.  Ha quitado a los poderosos de sus tronos; y ha exaltado a los humildes;

A LOS HAMBRIENTOS HA COLMADO DE BIENES y ha despedido a los ricos con las manos vacías. Ha ayudado a Israel, su siervo, para recuerdo de su misericordia tal como dijo a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre” (Lucas 1:46b-55)

Nosotros tenemos mala costumbre de identificarnos con los buenos y siempre sentirnos diferentes a los malos. Yo te invito a hacer un acto sincero y analizando nuevamente la historia de Faraón y María puedas responderte esta pregunta: ¿A cuál corazón se parece más mi corazón… al de Faraón o María?

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