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Estas últimas semanas han sido históricas en Guatemala. Cada día hay más noticias sobre el caso de “La Línea”, la renuncia y juicio de nuestro ex-presidente y la elección del próximo, y la primavera que está tomando lugar en nuestra nación. Honestamente, ¿quién se hubiera imaginado que las cosas llegarán a este punto? La respuesta, claro, es nadie. Excepto Dios.

Ante realidades como las que estamos enfrentando, creo que ahora más que nunca vale la pena sumergirnos en las profundidades de la soberanía de Dios. Con esto me refiero a Su habilidad de controlar y ejercer su poder sobre toda la creación.

Soberanía: la columna que soporta todo

La soberanía de Dios es un tema que los autores de la Biblia no nos presentan generalmente de manera sistemática. En general, no escriben capítulos dedicados a explicar todos lo detalles de lo que significa que Dios sea soberano y cómo funciona eso.

En realidad la soberanía de Dios es una verdad que los autores usan para respaldar otras verdades. Es algo que trabaja detrás de las escenas. En la narrativa de la Biblia, la soberanía de Dios es la columna que les da apoyo y soporte a todos sus personajes. Es el atributo de Dios que les da esperanza para aguantar circunstancias lamentables y celebrar momentos jubilosos. La soberanía de Dios se lee entre las líneas de las historias de la Biblia.

En estas historias vemos a personas pasar por momentos difíciles y luchas personales. Pero después del hecho, mirán hacia atrás, sus ojos se abren, y ven cómo Dios fue fiel hacia ellos en sus momentos de dificultad.

Y es en aquellos momentos que alaban a Dios, no solo por su fidelidad, sino también por su soberanía.

Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente. (Génesis 50:20)

Pero El es único, ¿y quién Lo hará cambiar? Lo que desea Su alma, eso hace. (Job 23:13)

Si el Señor de los ejércitos lo ha determinado, ¿quién puede frustrarlo? Y en cuanto a Su mano extendida, ¿quién podrá apartarla?” (Isaías 14:27)

Engrandece las naciones, y las destruye; ensancha las naciones, y las dispersa. (Job 12:23)

Los Proverbios y los Salmos a menudo hacen un eco de esta verdad.

Muchos son los planes en el corazón del hombre, mas el consejo del Señor permanecerá. (Proverbios 19:21)

Todas las cosas hechas por el Señor tienen su propio fin, hasta el impío, para el día del mal. (Proverbios 16:4)

Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. (Salmo 135:6)

La suerte se echa en el regazo, pero del Señor viene toda decisión. (Proverbios 16:33)

Nuestro Dios está en los cielos; El hace lo que Le place. (Salmo 115:3)

Cada página de la Biblia es un testimonio de la soberanía de Dios.

Un Dios proactivo

Una de las cosas que me parece más interesante de la soberanía de Dios es que en casi todos los casos solo la reconocemos en retrospectiva. Pasamos por alguna tribulación y en el momento nos preocupamos, nos frustramos, y nos enojamos. Y no es hasta después del hecho, cuando miramos hacia atrás, que podemos ver cómo cada momento progresó y cómo Dios nos llevó hasta donde estamos ahora y decimos, “¡Guau! Dios es soberano”.

Casi nunca pensamos de Su soberanía de manera proactiva, sino reactiva. Pero Dios, antes del hecho, puede ver lo que yo veo después. Y no solamente lo ve, ¡lo controla! Para Dios no hay tal cosa como reacciones. Él es eternamente proactivo.

Soberano, y mucho más

Para muchos de nosotros la soberanía de Dios a veces no nos trae mucho consuelo. Tal vez sí reconocemos Su soberanía a nivel conceptual pero, ¿quién no se ha enojado cuando está pasando por un momento difícil y alguien le dice “No te preocupes, Dios está en control”? Entiendes el concepto, pero en el momento cuesta escuchar esas palabras. Tal vez la razón por la que a veces no encontramos consuelo en la soberanía de Dios es porque tenemos una vista incompleta de ella. Lo que quiero decir con eso es que no hemos hecho la conexión entre Su soberanía y Sus otros atributos. Dios no solo es soberano, sino muchos cosas más. Y sus otras características influyen y dan forma a su soberanía.

Dios no solo es soberano, sino también es poderoso, y no necesita la ayuda de nadie para ejercer su soberanía.

Dios no solo es soberano, sino también es omnisciente (conoce todas las cosas posibles y reales), y actúa con toda la información a su disposición.

Dios no solo es soberano, sino también es omnipresente, y no está distante ni separado del universo que está controlando.

Dios no solo es soberano, sino también es inmutable (no cambia), y al igual que Él, sus planes y propósitos son perfectos desde el principio.

Dios no solo es soberano, sino también es amor, y arregla y organiza todo en el universo para nuestro bien porque Él nos ama. Creemos en un Dios que es soberanamente amor y amorosamente soberano.

Si no encuentras consuelo en el hecho de que Dios es soberano, tal vez es porque no has conectado Su soberanía con sus otros atributos. Él es todo lo que es a la misma vez.

El evangelio de soberanía

No olvidemos que hasta el evangelio, nuestro mayor y mejor bien, también se llevó a cabo soberanamente por Dios a través de circunstancias difíciles.

Este fue entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, y ustedes Lo clavaron en una cruz por manos de impíos y Lo mataron (Hechos 2:23).

En la cruz, Jesús murió inocente. Fue asesinado por manos malvadas y un gobierno corrupto. Este fue el peor hecho en la historia del mundo, sin embargo, no estaba fuera del control de Dios y Él lo encaminó para cumplir nuestro mejor bien. La soberanía de Dios me da consuelo porque en ella encuentro buenas nuevas. El mismo Dios que usó a Roma para crucificar a Jesús y justificarme, puede usar a cualquier circustancia, entidad, o persona para hacer lo que quiera y cumplir Su buena voluntad.

En días cómo estos, cuando estamos en medio del juicio de un ex-presidente y eligiendo a uno nuevo, recordemos que somos amados por un Dios que hace lo que le place, y lo que le place me beneficiará y le glorificará. Esas son buenas noticias.

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