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Jueces 3 – 5   y   Gálatas 4 – 5

Volvieron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR. Entonces el SEÑOR fortaleció a Eglón, rey de Moab, contra Israel, porque habían hecho lo malo ante los ojos del SEÑOR. Y Eglón reunió consigo a los hijos de Amón y de Amalec; y fue y derrotó a Israel, y se apoderaron de la ciudad de las palmeras. Y los hijos de Israel sirvieron a Eglón, rey de Moab, por dieciocho años”, Jueces  3:12-14.

Usamos esta palabra para dar cuenta de alguien que “tropezó de nuevo con la misma piedra”, y en el lenguaje judicial se usa para con los delincuentes que vuelven a delinquir. La verdad es que no hay nada más triste que una vida “ola del mar”. Son al estilo de una gran y rugiente ola que se encrespa sobre el océano unos 25 metros antes de la orilla, para luego deshacerse en un tímido y espumoso maullido acuoso en la orilla arenosa. Las mareas y demás leyes hacen que la misma ola vuelva sobre la carga una y otra vez, rugiendo y maullando en una eterna e inconclusa sinfonía. Justamente, el libro de los Jueces tiene la tristeza del sonido de las olas, porque narra el comportamiento reincidente de un pueblo que había perdido la capacidad de hacer firmes sus victorias y de aprender de las derrotas. Sinceramente, creo que alguien se vuelve cíclico cuando ha perdido la capacidad de entender lo bueno y lo malo de sus acciones; además de estar en un ambiente que lo aprisiona en el error.

El pueblo de Israel simplemente quería vivir como el resto de las naciones, olvidando que Dios ya había declarado que no eran buena compañía para él: ” Y los hijos de Israel habitaron entre los cananeos, los heteos, los amorreos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos; tomaron para sí a sus hijas por mujeres, y dieron sus propias hijas a los hijos de ellos, y sirvieron a sus dioses”, Jueces 3:5-6. Al romper con sus principios, el ambiente los absorbió, terminando mimetizados con sus vecinos.

Su búsqueda del Señor quedaba restringida a sincretistas ceremonias religiosas y a peticiones a Dios cuando veían que las cosas se ponían negras: ” Y los hijos de Israel clamaron al SEÑOR, porque aquél tenía novecientos carros de hierro y había oprimido duramente a los hijos de Israel por veinte años”, Jueces 4:3. Su relación con Dios se había vuelto “reactiva” (solo cuando las cosas van mal), y había perdido su componente “proactivo” (a través de los principios que sirven de sustento a la acción).

A esto tenemos que añadir que las personas reincidentes no se dan cuenta que el tiempo se va pasando y que en cada retorno (“otra vez lo mismo”) las fuerzas se van acabando, y las verdaderas oportunidades, el crecimiento y la bendición se van por la acera del frente sin siquiera poder percibirlas.

Leía una conferencia dictada por el doctor Raví Zacharias, “Lessons from a War in a Battle of Ideas” (Lecciones de una guerra en una batalla de ideas), en donde señala que el problema está en que el hombre ha perdido la brújula de la verdad moral y que por esa razón está dando vueltas en trompo al perder el control sobre el manubrio de su propia vida. Él dice: “El escéptico ha descubierto el punto real de sus prejuicios. Ellos no quieren un mundo con Dios en él. Ellos no quieren las categorías de bueno y malo, sólo las categorías de útil e inútil”. ¿Entendemos? El problema es que hemos cambiado la firmeza del principio por la aparente utilidad del momento. Justificamos cada situación en base a una supuesta satisfacción o a una ilusoria inocencia en nuestros actos. Los que nos consideramos cristianos debemos entender que el sustento de nuestra fe está en la Palabra de Dios y no en las ceremonias religiosas. Esta Palabra nos ofrece todo aquello que ni la sola ciencia ni la conciencia sola pueden darnos: Los principios morales que sustentan la felicidad para nuestra vida. La ciencia puede ayudarnos a entender lo que estamos haciendo en términos químicos, orgánicos, matemáticos y físicos; pero solo la conciencia enriquecida con la Palabra de Dios puede darnos una visión universal del asunto desde el punto de vista de la justicia. De allí que solo en la Palabra de Dios encontramos verdadera libertad para no reincidir. ” Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud”, Gálatas 5:1.

Esta libertad, no es libertinaje de los egoístas, sino la posibilidad de ser útiles a los demás: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; sólo que no uséis la libertad como pretexto para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”, Gálatas 5:13.

No podemos ser cíclicos ni reincidentes cuando nos sometemos a la dinámica de la Palabra de Dios. En ella encontraremos la fuerza de la sabiduría de Dios, y también la marca distintiva que divide el bien del mal. Lo más importante, es que los hombres y mujeres de la Palabra, son hombres y mujeres de palabra y no débiles humanos que solo claman por justificar su reincidencia.

Termino con una preciosa ilustración del doctor Zacharias: “Considere a Sir Tomás Moro en A Man for all Seasons cuando él estaba prisionero por no apoyar a su rey en un asunto inmoral. Su hija fue a él y le dijo: ‘padre, ¿Por qué al menos con palabras no le muestras acuerdo al rey? No necesitas realmente creerlo en el corazón. Sólo verbaliza tu condescendencia al rey. Nosotros lo podemos hacer volver. Ellos te sacarán de la prisión’. Moro miró a su hija y le dijo:¡Meg, no entiendes! No entiendes lo que significa dar tu palabra. Añadió: Cuando tú das a alguien tu palabra, es como tomar tu vida y sostenerla entre tus manos. Y si tú la dejas caer entre tus dedos, la buscarás abajo  y ni tú mismo te encontrarás.

Si hay algo que el mundo desea ver, en todo aquel que reclama para sí a Cristo, son vidas en que la verdad sea manifiesta. No importa la disciplina de donde vengas, si es que tu vida puede mostrar calidad, entonces ellos no sólo estarán encantados por la brillantez de la mente que Dios en su misericordia te brindó, ellos podrán ver el poder de una vida que es hermosamente vivida en concordancia con el carácter de Dios”. ¿Por dónde andan tus palabras?

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