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Soy mujer, esposa, madre y profesional de la salud. Comparto, comprendo y defiendo los derechos de nuestro género femenino. Lo que me diferencia es que lo defiendo tanto fuera como dentro del antro materno. Como mujer, me siento en la imperiosa necesidad de arrojar algo de luz en este tema tan controversial. Mi opinión puede ser apelable, y debatible pero comparto con ustedes un poco de mi experiencia como profesional de la salud, y más como ginecólogo-obstetra.

Definimos aborto como la interrupción espontánea o provocada del embarazo por debajo de las 20 semanas de gestación o un peso fetal menor a 500gr. El aborto se ha convertido en un tema de debate y opiniones encontradas a nivel mundial, principalmente el llama aborto terapéutico. Este es definido como la interrupción del embarazo al estar en peligro la vida de la madre o la presencia de malformaciones fetales incompatibles o no con la vida. Muchos opinan que el aprobar leyes que permitan esta práctica repercutiría en la disminución de la mortalidad materna, y en una vida más digna para las mujeres que reclaman el derecho de la autonomía de su cuerpo.

La opinión popular tilda de arcaicos, ignorantes, intolerantes o fanáticos religiosos a quienes defendemos la vida. ¿Qué si en realidad el tiempo ha demostrado lo contrario? ¿Por qué defendemos la vida? Estas son mis razones:

  1. Primero, debemos tener claro dónde inicia la vida humana: en la unión de un óvulo y un espermatozoide. Esta unión forma una célula especializada llamada cigoto, la cual posee toda la información genética necesaria para crecer, multiplicarse, y diferenciarse hasta convertirse en un ser humano. Este es un hecho científico, y también es mostrado en la Biblia en Salmos 139:13-16, la mano de Dios obrando desde el inicio de la formación de nuestras “entrañas”.
  2. Tomando en cuenta el primer punto, ya no estamos hablando solo de una persona: en un embarazo hablamos de dos. Como ginecólogos, siempre estamos llamados a pensar en el binomio madre e hijo, y en tomar decisiones que le convengan a ambos. El feto no es un montón de células. Es la expresión más frágil e indefensa de la raza humana. Como profesionales de la salud el primer acápite en nuestro juramento hipocrático es no hacer daño.
  3. Sobre la disminución de la mortalidad materna. Las principales causas de mortalidad materna son afecciones y complicaciones del segundo y tercer trimestre del embarazo, donde aprobar el aborto no traería ningún tipo de solución. Muchos países, como es el caso de Chile, han demostrado que con la mejora en las consultas prenatales y el cuidado intra y post parto se puede disminuir considerablemente la tasa de mortalidad, sin apelar al aborto terapéutico. Y países donde ha sido aprobado no han mostrado disminución alguna en la tasa de mortalidad materna. Esto nos deja ver claramente que el aborto no es la solución.
  4. Sobre las malformaciones genéticas. Podemos decir que gracias a Dios la ciencia y los métodos diagnósticos prenatales cada vez son más veraces, pero ninguno es 100% seguro. Tal es el caso de una amiga y colega en cuyo embarazo todas las pruebas daban por hecho que su hijo padecería de síndrome de Down. Como ginecólogo, ella tenía todas las puertas para abortar su hijo, pero decidió no hacerlo. El resultado: un hermoso bebé saludable de ocho libras, hoy de dos años en perfecta salud. Dicho caso es tan solo una de las muchas experiencias vividas en situaciones similares. Pero en caso contrario, donde sí haya una condición especial, el bebé sigue siendo un ser humano con el mismo derecho de vivir y nacer que el resto de los demás, y también cargando la imagen de Dios.
  5. ¿Y qué de los trastornos hipertensivos del embarazo, cuyo tratamiento en si es el desembarazo? La mayor morbilidad se observa en pacientes que desarrollan preclamsia, entidad que ocurre luego de las 20 semanas de gestación, ante la cual la ley del aborto terapéutico no aplica. Y en caso de ser necesario el desembarazo, aun sabiendo el mal pronóstico para el feto por su prematura, con tal de salvar la vida de la madre esto siempre se ha hecho y nunca se ha cuestionado. La decisión siempre ha sido y será a favor de quien más probabilidad de vivir tenga. En la mayoría de los casos, es la madre. Igual sucede con el embarazo ectópico, el cual es la implantación del embrión fuera del útero, lo cual produce un embarazo no viable y que a su vez compromete directamente la vida de la madre, y de no ser removido fallecerían ambos. Esto no aplica una definición de aborto terapéutico.

En el caso de violación

Entendemos que nadie tiene el derecho de obligar a una mujer a cargar por el resto de su vida con el fruto de una violación. De igual manera, tampoco podemos obligarla a llevar la culpa de quitarle la vida a un ser inocente que no tiene la responsabilidad del acto realizado por alguien despiadado. El aborto no es la solución. Esto recuerda el caso de una niña que apenas tenía ocho años cuando su madre, por razones laborales, la envió a vivir con su abuela en un campo remoto. Ella ayudaba a su tía en silla de ruedas en la limpieza de la casa una vez a la semana hasta que lo inesperado ocurrió: su tío comenzó a obligarla a tener relaciones sexuales. La tragedia se repetía en su vida una y otra vez, hasta que a los 14 años quedó embarazada. Amigos y familiares proponen un aborto para “terminar de una vez con todas con su sufrimiento”. La jovencita se niega puesto que había decidido dar en adopción el fruto de tantos años de dolor y humillación. Yo la conocí momentos antes de realizarle su cesárea, y contándome con dolor como no quería aquella criatura que llevaba en su vientre, le dije “pero ese bebé no tiene la culpa”. Ella respondió: “lo sé, por eso no lo aborté”. Guardé silencio y tanto ella como yo notamos las lágrimas prontas a salir de nuestros ojos, no solo por su conmovedora historia, sino por la convicción con las que salieron esas palabras de la boca de una niña iletrada de 14 años. ¡Qué lección de vida para muchos de nosotros!

Hoy día se critica un caso particular en Paraguay, donde una niña de 11 años fruto de una violación queda embaraza y su madre apelaba por el derecho a realizarle un aborto, bajo la excusa del alto riesgo que representaba un embarazo para un cuerpo tan inmaduro. A esta lucha se unieron múltiples movimientos pro-abortistas. No podemos negar que es un caso de alto riesgo, por lo que las autoridades paraguayas actuaron con suma cautela, vigilando de cerca la evolución del embarazo y el estado materno, logrando culminar este proceso de una manera victoriosa. El recién nacido y la madre están en perfecto estado de salud. ¿Fue necesario el aborto? No. ¿Hubiera traído alguna solución? Todo lo contrario: Agregaría más trauma a la vida de una niña de 11 años, al darse cuenta de haber matado a un ser inocente, su hijo.

En mis años de medicina general y también como ginecóloga-obstetra no he visto un solo caso en el que el aborto haya sido la respuesta más efectiva. Lo que sí he visto, hablado y compartido con cientos de mujeres infelices por llevar en sus corazones y en sus mentes la culpa de terminar con la vida de su hijo. Viven deprimidas al preguntarse todos los días cómo habría sido y cómo luciría esa criatura que no está pero que pudo haber estado. He visto tantas que viven amargadas al no afrontar con valentía el hermoso regalo de la maternidad. No estoy en contra del aborto: estoy a favor de la vida, en cualquiera de sus fases. No estoy en contra de los derechos de la mujer, al contrario: los defiendo de una forma honesta, justa y completa, porque los defiendo en cualquier estado en que se encuentre. Valoro la vida como mujer creada por Dios y como profesional de la salud. La vida es un regalo que debemos preservar, y más en aquellos que no pueden defenderse.

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