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Por las pasadas dos semanas, hemos estado trabajando junto a la National Latino Evangelical Coalition (NALEC) y la Evangelical Immigration Table, creando estrategias y buscando alternativas para ayudar a los más de 50,000 niños hispanos que han cruzado la frontera en meses pasados. El gobierno de los Estados Unidos ha solicitado la ayuda de la Iglesia y de organizaciones humanitarias para trabajar ante esta crisis. Aquí en Oklahoma, en las instalaciones de la Base Militar Fort Sill en Lawton, están detenidos más de 1,200 niños, y ya recibimos permiso para poder visitarles y servirles.

Lamentablemente, he visto en los medios noticiosos a políticos que han reaccionado adversamente a lo que está sucediendo. Pero para mi sorpresa, muchos líderes religiosos han reaccionado de la misma manera. De hecho, escuché a un pastor decir: “Ellos están violando la ley, ¿por qué debe la iglesia ayudar a niños que son unos criminales?”. Confieso que al escuchar esto me asombré, me entristecí, y también me indigné. 

Estamos conscientes de que cruzar la frontera entre México y Estados Unidos sin el debido permiso es ciertamente una violación a la ley. De ninguna manera queremos ignorar esto. No estamos avalando el que los padres envíen a sus hijos a los Estados Unidos. Eso no es solo ilegal, sino que es también peligroso, colocando en riesgo la vida de esos niños. Eso lo entendemos, es sentido común. 

Ahora, también debemos preguntarnos ¿por qué los padres se ven en la necesidad de enviar a sus hijos a los Estados Unidos? La respuesta no es sencilla. Debemos entender que en tantos países de Latinoamérica hay violencia rampante, mucha corrupción en los gobiernos, no hay suficiente trabajo para los padres, no hay comida para alimentar a los hijos, y las condiciones inestables e inseguras por el trasiego y uso de drogas motivan el aspirar a un mejor futuro para sus hijos. Un cristiano puede encontrar propósito en Dios y solaz en medio de la adversidad: pero la mayor parte de la población no tiene a Cristo, y cree que al migrar de su tierra podrá encontrar la “salvación”. 

Entendiendo Romanos 13

El principal texto del Nuevo Testamento en cuanto al gobierno es Romanos 13. Ahora bien, ¿da Romanos 13 un poder ilimitado al gobierno para hacer lo que quiera? La historia nos dice que Adolfo Hitler en Alemania, Robert Mugabe en Zimbabwe y el “Apartheid” en Sudáfrica utilizaron Romanos 13:1-5 fuera de contexto para abusar del poder que les fue conferido. 

Entonces, ¿cuál es la línea o el límite para el cristiano? El límite es este: debemos sujetarnos al gobierno siempre y cuando el gobierno no requiera lo que Dios condene, ni condene lo que Dios requiera. Los derechos no provienen del gobierno: provienen de Dios. El gobierno existe única y exclusivamente para proteger y asegurar los derechos que Dios ha establecido, no para otorgarlos. Romanos 13 no significa que el cristiano se debe sujetar a nuevas leyes que contradigan lo que Dios ya estableció. Debemos obedecer la ley del gobierno siempre y cuando no entre en conflicto con la ley de Dios. Obedecer al gobierno ilimitadamente establece una tiranía. La autoridad del gobierno está sujeta a la Ley máxima de Dios.

Entonces, como Iglesia no estamos llamados a condenar ni a menospreciar a estos niños. Desde mi humilde punto de vista, estos niños deben ser tratados como refugiados. Para aquellos que nos llamamos cristianos, el mandato bíblico es recibir al extranjero:

“Y al extranjero NO engañarás NI angustiarás, porque extranjeros FUISTEIS VOSOTROS en la tierra de Egipto”, Éxodo 22:21.

“Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que NO HACE acepción de personas, ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que AMA también al EXTRANJERO dándole pan y vestido. AMAREIS, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”, Deuteronomio 10:17-19.

Esto no es un asunto político: es un asunto bíblico. Se trata de cómo aplicamos el evangelio a este asunto, reconociendo lo que Jesús espera de nosotros:

“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui FORASTERO, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”, Mateo 25:35-36.

Contra conciencia

En un momento crucial en su vida, cuando se le pidió que se retractara de sus enseñanzas contra la “iglesia”, Martin Lutero dijo: “Mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios. Actuar en contra de mi conciencia no es ni correcto ni seguro”.

Al igual que Lutero, yo como pastor no puedo actuar en contra de mi conciencia. Mi conciencia está cautiva a lo que sé que Dios dice en Su Palabra, y Él espera que recibamos, ayudemos y le presentemos a nuestros hermanos extranjeros algo mejor que un sueño americano: debemos presentarle a Jesús.

Por lo tanto, y para concluir, la pregunta no debe ser, “¿Están avalando la entrada ilegal?”. Eso no es lo que estamos diciendo. Ahora, basado en lo que Dios establece en su Palabra, como Iglesia y como cristianos, la pregunta debería ser, “¿Estamos dándole la BIENVENIDA al Extranjero?”.

No olvide que nuestra ciudadanía como cristianos no es terrestre, y un día, en vez de estar en Estados Unidos de América, estaremos delante de la presencia de Dios. Y allí, todos éramos extranjeros (Ef. 2:12-14).

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