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Definición

La vida cristiana consiste en cultivar una vida de arrepentimiento, fe y buenas obras vividas por medio del poder del Espíritu Santo y con la ayuda de los medios de gracia, a medida que el cristiano se conforma a la imagen de Cristo para la gloria de Dios.

Sumario

La vida cristiana se basa en la obra de Dios que opera en el creyente por medio del nuevo nacimiento, la justificación, el don del Espíritu, el perdón de los pecados y nuestra unión con Cristo. La meta de la vida cristiana es que los creyentes sean conformados a la imagen de Cristo y, como resultado, participen del gobierno divino desde la tierra para la gloria de Dios. Él conforma al creyente a la imagen de Cristo por obra del Espíritu y por medio de los medios de gracia: la oración, la Iglesia, los sacramentos y la lectura de la Escritura. La vida cristiana saludable se muestra en la fe y la obediencia; es decir, las buenas obras, vivir y dar sacrificialmente, y participar en la misión mundial de la Iglesia.

No hay mejor manera de vivir que la vida cristiana. Consideraremos este tema bajo cinco títulos principales. Primero, partiremos de la base de la vida cristiana: ¿En qué se fundamenta? Segundo, antes de abordar las realidades diarias de la vida cristiana, miraremos hacia el final y nos preguntaremos: ¿Cuál es el objetivo de la vida cristiana? ¿Hacia dónde se dirige? Tercero, consideraremos el centro de la vida cristiana, que es un asunto del corazón. Cuarto, veremos los medios por los que se lleva a cabo la vida cristiana, lo que a veces se denomina «medios de gracia». En la sección final, veremos algunas de las características más destacadas de la vida cristiana.

La base de la vida cristiana

Solo entenderemos la vida cristiana en el presente si comprendemos los cimientos sobre los que está construida. La Biblia habla de esto al menos de las siguientes siete formas:

1) Arrepentimiento y fe

Dios ordena a todas las personas en todas partes que se arrepientan (Hch 17:30-31). Pedro presenta este mandato el día de Pentecostés (Hch 2:38). Además, leemos que esta es la enseñanza constante del Nuevo Testamento. Debemos apartarnos de nuestro pecado y confiar en Jesucristo, el Salvador y Señor. Sin este arrepentimiento, como resultado de la fe, no hay vida cristiana. De hecho, el arrepentimiento y la fe no son simplemente la forma del comienzo de la vida cristiana; son la forma de toda la vida cristiana, día tras día tras día.

Sin embargo, hay un problema: los seres humanos no estamos dispuestos ni podemos arrepentirnos y creer en Cristo a menos que Dios obre en nosotros; porque el arrepentimiento y la fe son, en última instancia, el don de Dios (Ef 2:8-10; cp. 2 Ti 2:25). Las seis formas restantes de hablar sobre la base de la vida cristiana se centran todas en la acción soberana de Dios. Aunque experimentamos los comienzos de la vida cristiana en términos de nuestro propio arrepentimiento y fe, llegamos a comprender que nada de eso habría sucedido a menos que Dios hubiera obrado primero en nosotros en su bondad.

2) Nuevo nacimiento

Por naturaleza, estamos espiritualmente muertos en nuestras transgresiones y pecados (Ef 2:1). No podemos hacer nada para salvarnos. Dios debe hacernos nacer desde arriba u operar en nosotros el nuevo nacimiento (Jn 3:1-8; cp. Tit 3:5).

3) El don del Espíritu Santo

Este nacimiento nos llega por medio del Espíritu Santo que entra en nuestro corazón para darnos vida. Por fe recibimos el Espíritu Santo prometido (Gá 3:14).

4) Adopción como hijos de Dios

Al darnos un nuevo nacimiento, el Espíritu Santo nos introduce en la familia de Dios por adopción y nos convertimos en Sus hijos (Ro 8:15). A veces, la Biblia usa la frase «hijos de Dios» tanto para hombres como para mujeres. Esta no es una expresión sexista, sino que expresa la maravillosa verdad de que cada uno de nosotros, hombre o mujer, entra por gracia en el privilegio de la filiación de Jesús. Es algo maravilloso ser hijo de Dios (1 Jn 3:1-2). Todos los que somos adoptados en la familia de Dios podemos compartir la seguridad de que Dios nos ha predestinado para esto en su amor (Ef 1:5).

5) El perdón de nuestros pecados

Desde el primer día de la vida cristiana, podemos estar seguros de que todos nuestros pecados han sido perdonados. El perdón de los pecados es una parte central del mensaje del evangelio y un elemento fundamental en el comienzo de la vida cristiana (p. ej., Mt 26:28; Lc 24:47; Hch 10:43; Ef 1:7).

6) Justificación

La justicia de Cristo es contada a nuestro favor, o imputada por gracia, porque nuestro pecado ha sido cargado a la cuenta de Cristo en la cruz. Por lo tanto, somos «justificados» o «declarados justos» a los ojos de Dios debido a la muerte expiatoria de Jesús como propiciación por nuestros pecados (Ro 3:21-26; 5:1-2).

7) Incorporados «en Cristo»

Todos los privilegios de adopción, perdón, justificación, el don del Espíritu y el nuevo nacimiento, se resumen en el Nuevo Testamento con la importante frase «en Cristo». Esto no significa que estemos físicamente dentro de Cristo; significa que estamos en unión con Él. Esta es una unión profunda. Significa que su muerte es contada como nuestra muerte, su resurrección como nuestra resurrección (espiritual presente y corporal futura), y su ascensión como nuestra ascensión futura segura (p. ej., Ro 6; 8:1;Gá 3:26;Ef 2:5-6; Col 3:3).

La meta de la vida cristiana

¿Hacia qué fin se dirige la vida cristiana? ¿Cuál es su meta? La Biblia da al menos cuatro respuestas.

1) Ser hechos como Jesús a la imagen de Dios

Comenzamos con una respuesta individual: estamos «predestinados a ser hechos conformes a la imagen del Hijo (de Dios)» (Ro 8:29). El Hijo de Dios es la imagen perfecta de Dios, lo que la humanidad debe ser (p. ej., Col 1:15). Dios está haciendo a cada creyente como Jesús. Este es su gran proyecto en ti y en mí, si estamos en Cristo.

2) Ser parte de una iglesia completada mundialmente

A continuación, hay una respuesta colectiva: estamos destinados a ser parte de «una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas» (Ap 7:9). La vida cristiana se vive individualmente, una a una. Sin embargo, no es, en esencia, un asunto del individuo únicamente. Dios está completando la Iglesia universal de Cristo a través de todas las edades, y nosotros somos parte de eso.

3) Compartir el gobierno de la nueva creación

La promesa a Abraham es que en su simiente (Cristo y todos los que están en Cristo) heredará el mundo (Ro. 4:13). Los «santos» (creyentes) «han de juzgar» (es decir, gobernarán) «al mundo» (1 Co. 6:2). Aunque nuestra herencia está “reservada en los cielos para” nosotros (1 P. 1:4), será disfrutada, en los cuerpos de resurrección, en la nueva creación, en los cielos y la tierra renovados (Ap. 21:5; cf. Ro. 8:18-25; 2 P. 3:10-13).

4) Brillar para la gloria de Dios

Para profundizar más, nuestro destino es brillar para la gloria de Dios (Ef 1:6). El universo se unirá maravillado ante la asombrosa y gloriosa gracia de Dios en la iglesia completa de Cristo. Este es el mayor objetivo de la vida cristiana.

El corazón de la vida cristiana

La vida cristiana es un asunto del corazón antes que nuestras palabras y hechos, porque de él proviene la fuente de la vida (Pr 4:23). La corrupción del corazón es la raíz de todos nuestros problemas (Mr 7:6, 7, 14-23). La cura de los deseos y afectos del corazón es el asunto más importante de la vida cristiana. Lo que suceda en la «vida cristiana» pasando por alto los deseos del corazón nunca podrá ser más que pura hipocresía.

Los medios de la vida cristiana

La vida cristiana comienza, continúa y termina por completo por la gracia inmerecida de Dios, sin embargo, Dios ha elegido usar instrumentos a través de los cuales traer su gracia a nuestras vidas. La expresión anticuada para estos es «los medios de la gracia». Consideraremos cuatro.

1) Las Escrituras

El Salmo 1 declara una bendición para quienes «en la ley del Señor está su deleite» y que «medita» en esa ley «de día y de noche» (Sal 1:2). La «ley» del Señor significa su instrucción, es decir, las Escrituras. Jesús es ante todo el Hombre cuyo deleite estuvo en estas Escrituras durante su vida en la tierra (cp. Lc 2:41-51). Estas Escrituras, el Antiguo Testamento leído a la luz del Nuevo y el Nuevo preparado por el Antiguo, nos dan «la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2 Ti 3:15). Es decir, nos conducen por el camino que conduce a nuestro rescate final. La vida cristiana se nutre de la Biblia, tanto leída en privado como en público, especialmente en la predicación de las Escrituras en la iglesia local.

2) La iglesia

En la comunión de una iglesia local, nos animamos unos a otros al amor y a las buenas obras. Nos animamos unos a otros a esperar el regreso de Jesús, a arrepentirnos y creer día tras día (cp. He 10:24-25). Todo cristiano debe pertenecer y promover la comunión de una iglesia local.

3) La oración

Es un gran privilegio de la vida cristiana que por medio de Cristo los unos y los otros (judíos y gentiles) tengamos entrada al Padre en un mismo Espíritu (Ef 2:18). Oramos al Padre; podemos tener este acceso porque por su muerte que lleva el pecado, el Señor Jesús ha abierto el camino; el Espíritu Santo obra en nuestros corazones y nos capacita para usar este privilegio en oración (Ro 8:26). Y así, «en todo» –todas las pruebas y gozos de la vida cristiana– «mediante oración y súplica con acción de gracias» podemos llevar nuestras peticiones a Dios (Fil 4:6).

4) Las sacramentos

Jesús le dio a su Iglesia dos sacramentos visibles, o señales del evangelio: el bautismo (Mt 28:19) y la Cena del Señor o la Sagrada Comunión (Mt 26:26-28; 1 Co 11:23-26). El bautismo es la señal pública de entrada del creyente a la vida cristiana y la Cena del Señor significa una participación continua en los beneficios de la muerte de Cristo para nosotros. Estas señales externas nos aseguran la veracidad del evangelio de Cristo.

El desarrollo de la vida cristiana

La vida habilitada por el Espíritu Santo

Pablo escribe a la iglesia de Filipos: «ocúpense en su salvación con temor y temblor. Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención» (Fil 2:12-13). Dios obra en nosotros, pero no mueve los hilos como si fuéramos marionetas; más bien, Él obra en nosotros por su Espíritu para que comencemos a «querer» (desear o anhelar) y luego, de manera intencional, busquemos «ocuparnos» en formas que agraden a Dios. «Nos ocupamos» (en el sentido de «trabajar» o poner en práctica) lo que Dios primero «obra en» nosotros.

En Romanos 8:1-14, el apóstol Pablo nos describe, a grandes rasgos, la diferencia que Cristo hace en términos de la vida práctica. La vida sin Dios, antes de la salvación, estaba dominada por el pecado y «la carne». No vivíamos con objetivos divinos, sino para nosotros mismos. Sin embargo, en Cristo ha tomado el relevo un nuevo factor de control; ya no estamos «en la carne» sino «en el Espíritu», «guiados por el Espíritu» a la justicia (Ro 8:14). Este es el «don del Espíritu» mencionado anteriormente. Con su habilitación, ahora somos libres de vivir para Dios como se describe en los siguientes párrafos.

Consideremos cinco aspectos de esto, cada uno de los cuales caracteriza una vida cristiana saludable.

1) Fe y obediencia

La fe en las Escrituras es más que un asentimiento o acuerdo cognitivo de que ciertas cosas son verdaderas. La fe auténtica es inseparable de la obediencia. Pablo escribe sobre «la obediencia a la fe» (Ro 1:5; 16:26). Santiago está de acuerdo con Pablo e insiste en que una supuesta «fe» que no implica obediencia a la ley de Dios no es una fe verdadera (Stg 2:14-26). El desarrollo de la vida de fe será formado por la ley de Dios, y especialmente los grandes principios morales resumidos en los Diez Mandamientos (Éx 20:1-17).

La vida cristiana toma en serio el mandamiento de amar a Dios y al prójimo (Mt 22:37-39). En el fondo, este es un mandamiento, no dos mandamientos distintos: amamos a Dios con corazón, mente, alma y fuerzas; y la manifestación del amor genuino por Dios será un amor por el prójimo que Dios pone ante nosotros. Esto incluye a nuestra familia cercana y aquellos que viven en nuestra localidad, pero también a muchos otros, en el lugar de trabajo, en nuestras naciones y en el mundo.

2) Piedad y buenas obras

Estrechamente ligada a «la obediencia de la fe» está una vida de piedad práctica, de buenas obras. La carta a Tito enfatiza este aspecto de la vida cristiana. El mismo Tito debe ser «ejemplo de buenas obras» mientras enseña que Jesucristo nuestro Salvador «se dio por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo para posesión Suya, celoso de buenas obras» (Tit 2:7, 14). Esto no es legalismo, el cual es definido como el intento de obtener una posición justa ante Dios a través de nuestras buenas obras; es el resultado de la redención que nos es dada enteramente por gracia.

3) Abnegación y sacrificio

Otra forma de hablar del desarrollo de la vida cristiana es que implica la negación de uno mismo. «Si alguien quiere venir conmigo», dice el Señor Jesús inmediatamente después de hablar de sus sufrimientos y crucifixión, «niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mr 8:34). «En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Jn 12:24). Jesús habla primero de su propio sacrificio; con su muerte da mucho fruto. Sin embargo, también habla a todo hombre y mujer que le siga.

4) Ofrendas

Una hermosa manifestación de la gracia de Dios en el cristiano es la gracia de dar. Esta es una respuesta totalmente voluntaria y alegre a la gracia que Dios nos ha dado en Jesús (2 Co 8-9).

5) El servicio del evangelio en la misión cristiana

Cuando Jesús habla de la negación de sí mismo, continúa prometiendo que «el que pierda su vida por causa de Mí y del evangelio, la salvará» (Mr 8:35). Es importante tomarse en serio el énfasis de la Biblia en la prioridad del evangelio de Cristo. No es suficiente para un cristiano leer las Escrituras, pertenecer a una iglesia, orar, vivir una vida de piedad y hacer buenas obras. La forma más elevada de amor por el prójimo implica hacer todo lo posible para llevarles el mensaje del evangelio. «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra», dice Jesús resucitado. «Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones…» (Mt 28:18-19). No todo cristiano será un evangelista especialmente dotado, pero cada cristiano debe estar comprometido con la evangelización y la obra de la misión cristiana, tanto en su localidad como en todo el mundo.

Conclusión

Para vivir la vida cristiana, hacemos bien en recordar su base de gracia y su meta gloriosa. Nos regocijamos a diario en todo lo que Dios ha hecho por nosotros en Jesús. Dios, con el Hijo, nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (Ro 8:32; 2 P 1:3). Recordamos que, en su esencia, la vida cristiana es un asunto del corazón. Con gratitud hacemos uso de todos los medios que Dios nos ha dado para valorar su gracia en nuestro corazón. Vivimos con alegría lo que Dios primero ha obrado en nosotros por medio de su Espíritu.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Sam Ortiz


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.